Comentarios de obras del capítulo 2. El cuadro y la representación: el cubismo
Pablo Picasso. Las señoritas de Avignon
P. Picasso. Las señoritas de Aviñón (1907). MoMA. Nueva York. Fuente: https://www.moma.org/collection/works/79766
Pablo Picasso. Mujer en el jardín

Pablo Picasso. Fuente: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Pablo Picasso. La fábrica de Horta de Ebro.

P. Picasso. La fábrica de Horta de Ebro. 1909. Fuente: https://www.slobidka.com/pablo-picasso/121-picasso-fabrica-en-horta-de-ebro.html
El crisol que forma el facetado de esta obra, junto a la perspectiva empleada, muy alejada del clásico cono visual que desde el Renacimiento se empleaba para las creaciones artísticas pictóricas llevan a quien la contempla a pensar en los movimientos que rompieron definitivamente con la tradición académica que estaba establecida en la pintura occidental, dando continuidad al camino que ya abrieron los impresionistas y que “moldearon” un poco más postimpresionistas como Gauguin y su colorido plano, Van Gogh y su personal mirada pictórica, Toulouse Lautrec y, quizá, el autor que más claramente se percibe en la contemplación de esta obra, Cézanne, quien, junto a los colores planos, creó unas composiciones sólidas en las que el cilindro (presente en esta obra en las palmeras), el cono y la esfera tenía un papel fundamental a la hora de construir un escenario pictórico. El cubismo, estilo al que pertenece la obra comentada, puede ser considerado como uno de los movimientos más innovadores e influyentes de las dos últimas centuria en el mundo del arte. Si bien no se desprende la figuración, si que avanza hacia una interpretación distinta que abrió un abanico de posibilidades, de forma paralela a la que mostró uno de sus más conspicuos representantes, Pablo Picasso, quien caminó por diversos senderos de la experimentación, tanto en pintura, como en escultura, sin abandonar la personalidad mediterránea que sale a flote nuevamente en sus grabados, pero incorporando estilos dejados de lado como los que en la protohistoria legaron los pueblos iberos, la civilización egipcia o las visiones de los pueblos del África negra que pudo contemplar en el Museo del Trocadero de París directamente, y que tan claramente plasmó en las Señoritas de Aviñón (1907). Junto al malagueño, Braque retomará los principios “cézannianos” citados cristalizando un lenguaje al que se incorporarán artistas como Gris y su afán por sistematizar este estilo; el grupo de Puteaux que organizó la Section d’Or (Gleizes, Metzinger, Léger, Picabia o los Duchamp). Un rasgo a destacar en esta obra es la cercana vinculación que tuvieron en los inicios del cubismo Braque y Picasso, pues las similitudes entre las vistas de l’Estaque y esta de Horta son evidentes, como lo fueron otras actitudes pictóricas que emprendieron, a modo de caminos derivados del cubismo a partir de 1911-1912, cuando, la visión facetada que descomponía las imágenes da paso a un sintetización que requiere en ocasiones la inclusión de objetos que permitan vincular la obra con su referente real, o la adición de objetos matéricos en los collages que ambos autores trabajaron. Una obra emblemática que permite entender mejor la historia del arte en una de sus etapas clave: la de las vanguardias históricas que cambiarían el panorama y la interpretación de trabajo y visión artística, relacionable con los métodos empleados por otras corrientes del momento como fueron el Futurismo (que se amplió más allá de la escultura y la pintura), así como con el pasado histórico más inmediato (postimpresionismo) y lejano, al no romper con la figuración como lo harían posteriormente el mencionado Delaunay o Kandinsky.
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